La mente humana es complicada y maravillosa a la vez. Tanto que no logro entender como puede buscar en los rincones del cerebro, experiencias vitales tan hermosas que parece fuesen verdad en el tiempo que estamos dormidos.
Esta mañana me fastidió escuchar la alarma del móvil. Estaba en un sueño del que no quería salir. Soñaba con mis abuelos pasajes que he vivido de niño. Incluso mi mente los magnificaba y sentía estar en aquella realidad. Tanto que me ha entristecido despertar.
Incluso sentía el aroma de las sopas de leche con trozos de pan. Aquella leche de cabra mezclada con colacao, tras separar el "telo"(crema). MI abuelo las tomaba con café de malta esa mezcla de olores de la mañana.
El tic tac del mastondóntico despertador durante la noche, el bullicio de mi abuela a levantar las camas y abrir las ventanas por donde apuntaban los primeros rayos del sol...
Recuerdo a mi abuelo, "arreglando los conejos" y mimando su parra. Mi abuelo me sacaba los dientes de leche cuando se movían tanto. Y no me hacía daño por que sus manos eran de santo. También tenía habilidad para sacarme las pinchas de higos de pala de mis dedos. Él si los pelaba con destreza, mientras yo esperaba con el pan preparado...
Lo recuerdo sentando, cuando yo tenía fiebre, con sus medias lunas de la confitería de Guerao (Frente a la Iglesia) que entonces no me apetecían nada porque me sentía mal y ahora mismo las desayunaría como el mejor manjar...
Me enseñó a limpiarme los ojos por dentro con un "botoncico" de nácar. Nunca me expliqué como aquel botón podría aliviar y sacar algún elemento extraño dentro del ojo.
O me estimulaba en la lectura para leer comprensivamente. "Nunca leas de carrerilla, porque es muy importante comprender lo que estas leyendo...", me decía constantemente ante mis prisas. "No arrastres los pies, no te muerdas las uñas que te volverías loco..."
Hay madrugadas -como hoy-, que no me hubiese despertado para seguir viviendo el sueño con el que volvía casi 60 años atrás y era feliz con muy poco...
